Por fin llegó octubre, todo el colegio estaba revuelto, el día de la Superiora, se aproximaba el acontecimiento mas grande en el colegio durante el año.
Ese día venían invitadas todas las autoridades, entre los invitados estaba mi madre y mi abuelo para ver la obra de teatro. Yo le pregunté a mi madre por qué mi abuelo se interesaba ahora tanto por mí, ella me dijo que cuando vino el Arzobispo le había hablado muy bien de mí, le comentó que era una niña "muy buena..." y apreciada por las monjas (cosas de las monjas, a mí nunca me decían nada de eso).
En esta obra de teatro mi madre y mi abuelo ayudaron buscando las sastrería, mi abuelo tenía un amigo, Carlos Gil, que le prestó todo lo necesario para la representación. Más tarde yo conocí a su hijo Tomás y a su señora. Habían pasado muchos años y todavía conservaba muchas fotografías de mis tías Lolita y Manolita en diferentes obras de teatro representadas en el teatro San Fernando de Sevilla y de mi abuelo también.
Las monjas estaban muy contentas, sobre todo Sor Pilar, ella había dirigido la obra. Le gustaba mucho el teatro y era cariñosa con todas nosotras.
Mi papel era el de un indio jefe de la tribu y tenía una hija trabajando al servicio de la Virreina. La historia más o menos trataba de unas fiebres de la Virreina. La india quiere ayudarla con métodos de su pueblo (darle quina... para los indios el árbol de la quina era sagrado) pero su padre, yo, le dice que eso es secreto, los blancos no podían saberlo. El final de la obra es que viendo morir a la Virreina, la india decide darle unos polvos que lleva escondidos y se lo echa en una copa. Otra de las sirvientas que la ve, grita que la quiere envenenar, la acusan de querer matar a la Virreina.
El final es el juicio y la declaran culpable y condenada a pena de muerte. La Virreina se levanta y se dirige donde estaba la copa y se la bebe dando muestra de su confianza y diciendo:
-Mirad, esta es la fe que tengo en su inocencia- y se bebe todo el líquido.
El Virrey le dice que no lo haga y yo, el indio padre, le dice:
-Es su salud, señor, lo que ha bebido.
El Virrey:
-¿Su salud?
-Es la semilla divina que cura el mal
los incas la negaron a sus hijos
yo soy el jefe que a esta gente rijo
y desato señor al juramento
sepan nuestra verdad la luz y el viento
que después mi señora de curarte
las tierras de esta parte no te sentirán ya como extraña
y esto lo hago por la fe tuya y el amor de España.
Aquí acababa la representación de la obra y todo el mundo se levantó aplaudiendo.
Cuando mi madre vino a darme un beso, lloraba. Mi abuelo en pie con la Superiora y en representación del Ayuntamiento, D. Antonio Petit, todos muy felices. Mi abuelo muy orgulloso y contento...
Después de todas las felicitaciones nos llamaron a todas las que habíamos actuado, nos fueron dando unos regalos a cada una. Cuando llegó mi turno la Superiora me dijo:
-Para tí no hay nada, ya tienes bastante con las felicitaciones de todo el mundo.
Pero no lloré... me quedé mirándola y no escribo lo que pensé de ella.
Al día siguiente Sor Pilar me llamó aparte y me dijo cuando Sor Remedios ha hecho eso por algo será, espera a que ella te dé una explicación. Me dijo que ella personalmente como estaba muy contenta con mi trabajo por todo lo que le habíamos ayudado mi madre, mi abuelo y yo me tenía reservado una cestita con varios regalos, cosas sin importancia pero para mí con mucho valor y algunas de ellas tuve guardadas mucho tiempo.
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