Pasaban los días y yo estaba muy contenta pensando en mi vida fuera del colegio. Lo primero sería ir a ver a mi hermano Manolo y decirle que pronto también el saldría del colegio. Pero todo se fue al garete, pasó lo que ninguno nos esperábamos, mucho menos mi madre y yo.
En Sevilla en aquella época eran muy frecuentes las riadas, mi casa se había construido en un sitio que le llamaban el Hoyo la Arena, en la guerra había caído una bomba. Toda la barriada quedó inundada hasta los tejados durante 21 días, mi casa estaba en la calle Sanlucar la Mayor número 21. A muchas personas las tuvieron que sacar en barcas, una de ellas mi abuela, perdimos todo lo que teníamos, muebles, ropas... y mi muñeco Gonzalito.
Esta riada de 1948 fue la que anegó una mayor extensión de la ciudad, afectando a los barrios de la Trinidad, San Julián, Ronda de Capuchinos, el Fontanal, la Corza, la Calzada, el Campo de los Mártires, Santa Justa, la calle Luis Montoto, San Benito, Puertas de Osario y Carmona, Cerro del Aguila, Tiro de Linea, Puerta Real y de Jerez, Enramadilla, Cruz del Campo, El Porvenir, Ciudad Jardín, Heliópolis, Prado de San Sebastián, avenida de la Borbolla, incluso el Parque de Maria Luisa y las plazas de España y América.
Mi hermano Gonzalo decía a gritos:
-El Gonzalito... el Gonzalito...
Los militares que estaban ayudando estuvieron buscando a Gonzalito un buen rato hasta que mi madre les dijo que no era un niño, era un muñeco.
Vuelta a empezar sin nada aunque ahora era diferente, mi hermano Antonio se quedó a vivir con unos amigos en el Tiro de Línea, era el barrio, sólo se arrió la parte que se llamaba barriada Jesús, José y María, donde estaba mi casa. A mi abuela, mi madre y a mi hermano Gonzalo los recogió un tío mío que vivía en el Palacio de Sánchez Dalp, en la Plaza del Duque, actualmente en esos terrenos hay unos grandes almacenes. Un hermano de mi abuela era el administrador del Conde, es el tío que ayudó a mi madre a casarse por poderes.
Esta desgracia fue diferente para mi madre, esta vez no se encontró sola, tuvo ayuda de todos los familiares y amigos.
-¿Pero y yo?
Casa Palacio de los Sánchez-Dalp, actualmente el Corte Inglés.
Otra vez el miedo, la pena, no saber porque pasaban estas cosas y por qué Dios las permitía y hacían sufrir tanto a mi madre. Se lo conté a Sor Pilar. Ella me dijo que Dios no tenía nada que ver con las cosas que el hombre hacia mal, las casas, los embalses... y que gracias a Dios no le había pasado nada a mi familia y a otras muchas, todo lo material tenía remedio.
Aquellas palabras me hicieron mucho bien como siempre que ella intervenía en mis problemas, en esta ocasión y luego en toda mi vida. Todos la queríamos mucho, mi marido, mis hijos llegaron a conocerla y a quererla también.
Seguí con mi rutina del colegio, el poder marcharme se tuvo que retrasar y por supuesto implicándome en todo lo que me parecía injusto.
Las monjas dejaban a las mayores de cuidadoras cuando se marchaban de clase. Concha Chacón ¿se acordáis de ella?, fue la que me asignaron desde que entre como mi cuidadora y la que me ayudó a memorizar la primera obra de teatro que hicimos.
Pues un día se quedó cuidando a las pequeñas, yo no se lo que pasaría en la clase pero Conchita, la pequeña que el primer año me cambió los regalos de Reyes por mi muñeco Gonzalito, era yo ahora la que la cuidaba a ella, la peinaba, preparaba su ropa y la enseñaba a tener sus cosas en orden. Llegó llorando al recreo me dijo:
-María, Chacón me ha pegado hoy con el puntero en las manos… mira lo que me ha hecho.
Al mirarle las manos vi que unos de los dedos estaba sangrando y le había hecho mucho daño. En ese momento le dije:
-Ya no te va a pegar más.
Cogí el puntero y lo tiré detrás de un armario. Al día siguiente las monjas preguntaban por él y nadie sabía nada. Nos dijeron que estaríamos castigadas sin recreo todo el día, así que me levanté y dije que había sido yo y dónde estaba. Me preguntaron el motivo y les dije que yo ninguno pero que me parecía una crueldad que se le pegara con el a una niña pequeña por estar hablando en clase y les dije:
-Las monjas no veis nunca nada de lo que pasa.
Esto me costó estar castigada sin ir a la feria un día pero también fue motivo de darme una gran paliza con Concha Chacón, le tenía ganas hacía mucho tiempo.
Todo ocurrió al día siguiente. La vi entrar en el cuarto de los bolillos, donde había un piano y las cosas del teatro, cortinas, ropas... Yo era seis años más pequeña que ella pero tenía tanta rabia por lo ocurrido en mi casa y por ver la manita de Conchita que la pagué con ella, lo primero que le dí fue una bofetada, ella no se lo esperaba y me cogió del pelo, acabamos las dos debajo del piano. Yo había cerrado la puerta por dentro, estábamos las dos solas. Llamaban pero no abríamos y aunque ella era mayor la que mas leña dió fui yo.
Llegaron las monjas y abrieron con la llave, nos llevaron al despacho de la Superiora. Ella contó como había sido todo y yo me disculpe contándoles como trataba ella a las pequeñas, amedrentándolas con encerrarlas en el cuarto de las patatas. Castigadas las dos, yo una semana en la cocina y ella al lavadero, ya verían que harían con nosotras.
Nos dijeron que era cosa nuestra, debíamos hablar y pedirnos perdón. Yo fui la primera en buscarla y hacerlo, ella me perdonó. Le dije que pronto me marcharía pero que ella como no cambiara de forma de ser y sin saber cuando se iba a marchar, ya que no tenía familia fuera, si no trataba mejor a las pequeñas nunca la iban a querer porque le tenían miedo y ya tenían bastante con el temor a las monjas.
Esta fue de las últimas cosas que me ocurrieron en el colegio, bueno, la noche antes de marcharme también la formé buena, ¿pero a mí qué?.
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