Por fin llegué a mi casa y que distinta estaba. Entraba por lo que había
sido el comedor. Mi habitación, bueno, la que iba a ser mi habitación, ya
estaba pintada solo faltaban los enchufes para la luz. La habitación de mi
Manolo y mi Chico también estaba muy adelantada, sólo algunos detalles
faltaban. Quedaba por terminar la cocina, alicatarla y el poyete (ahora le
llamamos encimera), el fregadero, etc.
Recuerdo que aquel día pensé en el verano que había pasado mi madre, con la
obra y albañiles. Así que decidimos ir al cine los niños Adorna y yo pero
lo dejamos para otro día y esa noche lo que hicimos fué regar el jardín y
comprar pescaito frito y cenar en el jardín todos, mi hermano Antonio se fue a
trabajar y mi cuñado Juan a Castilleja por la tarde cuando terminó su
trabajo, no se podía quedar a cenar porque el último autobús salía temprano.
Cuanto me acuerdo en estos días de mi cuñado, en parte gracias a él veía uno de
mis sueños haciéndose realidad.
Al día siguiente Adorna y yo fuimos a Marchena para comprar los muebles. Un
dormitorio, una mesa de comedor y seis sillas que tendríamos que pagar todos
los meses a 15 pesetas durante dos años. Quedaron en enviarlo todo en 15 días.
No parabamos y el segundo día le tocó ir a comprar ropa para la casa, mi hermano Manolo vino
con nosotros. Toallas, ropa para las camas y de lo que mas me acuerdo es del
colchón de matrimonio.
Fue toda una aventura porque no nos lo llevaban a casa y
teníamos que llevarlo nosotros. Conseguimos que nos dejaran un carro de "platea" (así es como lo llamaban) pero después teníamos que devolverlo. La tienda estaba en la Plaza del Pan en el centro
de Sevilla y nosotros vivíamos entonces en uno de los barrios casi a las
afueras, de los más lejanos de toda Sevilla del centro. Todo esto lo cuento
para que os imaginéis a los tres, sobre todo a mi hermano Manolo y Adorna que no
habían cogido un carro de este tipo en toda su vida. Los dos hacían de burro y
yo detrás para que el colchón no se fuera al suelo y todo lo demás que habíamos
comprado. El viaje se nos hizo muy largo porque a cada momento teníamos que
parar de la risa. Cuando llegamos al Parque de María Luisa, ya cerca del
barrio, en un quiosco de los muchos que había paramos para tomarnos unas
cervezas mas o menos lo que nos habría costado que nos llevaran el colchón a
casa nos lo gastamos en refrescarnos las gargantas, éramos jóvenes y sin
vergüenza gracias a Dios no como todo el mundo que seguro nunca lo hubieran
hecho.
Cuando llegamos a la calle principal del barrio la calle Teatinos unos
amigos de mi hermano Manolo, empezaron con sus risas a preguntarnos que
vendíamos. Todos de broma y mi hermano les dijo que no vendíamos que comprábamos.
Entonces uno de los amigos me dijo:
-Mariquita entonces... ¿es verdad que te casas? me lo ha dicho tu Gonzalo.
Yo pensé, Dios mío... ya lo sabe todo el barrio. Mi chico era un peligro
para estas cosas y se había encargado de contarlo por todos lados.
Cada metro que avanzábamos mas gente se iba sumando detrás y con preguntas,
aquello parecía un paso de Semana Santa. El carro repleto de cosas, el colchón
sobre todo, nosotros tres y no se cuanta gente acabó el recorrido en nuestra
compañía, tanto fue el jaleo que cuando mi madre nos vió llegar pensó que algo
nos había pasado y nos traían en camilla. Pero al llegar a la puerta de casa
todos empezaron a aplaudir y así terminó todo, ahora solo nos quedaba devolver
el carro. Mi Chico, Eduardi y Paquito, unos amigos de mi hermano, quedaron en
llevarlo. No volvieron hasta cerca de las 8 de la tarde porque antes habían
hecho una parada en el parque haciendo travesuras paseándose en él.
Poco mas tengo que contar de ese día para mí fue un
recuerdo inolvidable que aún hoy al recordarlo me he reído y cosas como estas
muchas mas pasaron, ya las iré contando en su momento.
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