Antes de nada, os presento a Adorna, mi marido.
Día 24 de Diciembre, día después de
la boda, sobre la una de la tarde
llegamos a La Línea.
Miguelito y Mariano estaban
esperando en la estación de autobuses.
Que alegría me llevé al verlos y
con la alegría que nos recibieron, parecía que era su hermana y no una
compañera de trabajo. Menos mal que Adorna ya los conocía y sabía la forma de
ser de los dos porque tal como me recibieron podía haberse sentido celoso de
tantos abrazos y besos.
Recogimos las maletas y nos
fuimos para la casa donde viviríamos los cuatro, cuando llegamos también la
dueña estuvo muy cariñosa. En fin cuando dejamos todas las cosas en el
dormitorio que nos habían preparado nos fuimos los cuatro a saludar a todos los
demás. Se alojaban en distintas casa y en todas nos preguntaron cual eran
nuestros planes para esa noche, Adorna les decía que aun no sabíamos. Llegamos
a la casa de Joaquín, los besé a todos y especialmente a las niñas, Anita me
dijo:
-Hemos pensado Joaquín y yo que
esta noche todos vamos a cenar aquí.
Adorna le preguntó si sólo
nosotros dos y ellas nos dijo que no, todos estaban invitados, toda la Compañía. Joaquín
dijo que no todo los días se casaba una compañera y aunque nunca celebraba esa
noche (era Nochebuena) ese año sería diferente -se ha casado mi niña-. Yo me
fui para él y le dí un beso. Anita y doña Pepita estaban muy emocionadas, como
si fueran mi familia, mi madre, hermana.... En ese momento dijo Miguelito:
-Entonces vamos y se lo decimos a
todos.
Joaquín les dijo que tranquilos,
ya lo sabían todos menos ellos porque no se fiaba que pudieran guardar el
secreto.
Nos reímos y nos despedimos hasta
las diez porque esa noche no había teatro pero al día siguiente teníamos tres
funciones.
Dimos una vuelta los cuatro por
el pueblo yo quería enseñarle a Adorna todo lo que ya conocía y él no. Cuando llego
la hora de comer buscamos un lugar bonito y comimos los cuatro, luego nos
fuimos a la fonda a descansar un rato.
A las seis de la tarde ya estaban
mis amigos dando porrazos en la puerta y Adorna me dijo, que pesados. Yo le
dije, siempre han sido así, nunca me encontré sola, me han ayudado mucho
durante estos años.
Bajamos y Adorna le preguntó qué querían
hacer ahora, ellos le dijeron: pues merendar, vamos a un sitio muy bonito que
tu no conoces, Gibraltar -Ya dormirás esta noche-.
Volvimos sobre las 8 de la tarde,
tiempo para arreglarnos y salir a cenar.
Me puse mi vestido de boda y el
abrigo nuevo y cuando bajamos los dos petardos de mis compañeros empezaron a
aplaudir y la dueña de la casa decía que estaba muy bonita, en fin le di las
gracias y nos fuimos.
Cuando llegamos a casa de Joaquín
allí estaban todos. Las niñas vinieron corriendo y les dí unos bombones que les
traía de regalo y les dije que me había vestido así para que vieran como iba el
día anterior en mi boda. Todo fueron piropos. Les dije que me faltaban las
plumas y les conté como, cuando y donde las había conseguido, la noche antes de
la boda en un gallinero a la una de la madrugada, todos rieron imaginando la escena. Doña Pepita
dijo que por que no me había comprado uno y Joaquín le dijo:
-Mama... entonces no sería ella.
Lo que recuerdo de la cena todo
es bonito pero triste porque nunca mas volví a pasar una Noche Buena con ellos.
Pasaban las Navidades, pasaban
los días y todo eran demostraciones de cariño, yo no sabía que me pasaba pero
me encontraba mal y no quería que se dieran cuenta. Yo pensaba que todo era
natural después de la boda, que pena de la juventud que nos tocó vivir a muchas
jóvenes de mi generación. Me daba vergüenza contarle a nadie lo que me pasaba
pero lo peor era las noches cuando terminábamos la función y no tenía ganas de
ir a tomar café con ellos, empezaron a decir:
-¿Que te pasa a ti desde que te
has casado?
Por ese motivo muchas noches no
decía nada, les acompañaba y cuando llegaba a la fonda me encontraba muy mal.
Adorna me preguntaba si me sentía molesta por algo, yo le decía que no era por
ellos, era yo la que no estaba a gusto, me cansaba.
Una tarde fuimos a tomar café con
Doña Pepita y cuando me beso, me dijo:
-Tú tienes fiebre.
No… le dije yo. –Lo que tengo es
mal cuerpo-
Ella se quedó mirándome muy seria
y dijo:
-¿No me digas que ya estas
embarazada?...
Aquellas palabras me dieron un
poco de alegría y pensé-¿Dios mío, será eso?-
Procuré que no me notaran nada de
lo que me pasaba. Faltaría una semana para marcharnos a Sevilla cuando me dijo
Adorna que Joaquín quería que fuéramos a su casa para hablar con nosotros, nos
esperaba al día siguiente. No dijimos nada a nadie y nos fuimos para su casa.
Nos estaba esperando.
Nos dijo:
-He querido que vengáis los dos
para deciros una cosa que no sabe nadie todavía, Anita tiene que irse con las
niñas a Casablanca con su familia por la muerte de su madre y por cuestión de
la herencia y yo me voy a Madrid con un contrato al Teatro Español. Mi madre
con mi hermano Miguel y los compañeros todavía no se lo que harán pero ustedes
para mi son diferentes, si María no se hubiera casado vendría conmigo si su
madre la hubiera dejado y claro, si ella hubiera querido. Pero ahora es
diferente, quiero que sepáis que si algún día queréis volver al teatro como profesionales
porque no podáis vivir sin él, yo os buscaría un sitio donde trabajar. La
verdad, creo que todo el mal que tiene María es saber que esto se termina y
tiene que volver a vuestra casa y dejar el teatro y tu Adorna, no entiendo como
puedes entrar todos los días a las 6 de la madrugada para trabajar. Por todo
esto, el día que yo esté en Madrid me llamáis y de la casa no os preocupéis a mí
ya están buscándome un piso y podéis venir a mi casa.
Adorna y yo no decíamos nada,
Anita que había entrado unos minutos antes nos dijo:
-¿Qué os parece como están las
cosas?
-Ana, nosotros no sabíamos nada
de tu madre- dije yo. -¿Cómo no me has
dicho nada?
-Porque no quería amargarte estos
días.
Adorna le dijo:
-Ana yo...
Adorna no terminó, Anita le dijo:
-Adorna mama estaba muy mal, lo
que siento es el tiempo que llevaba sin verla, así que me voy con las niñas y Joaquín
que haga lo que tenga que hacer, cuando podamos nos reuniremos otra vez. Ya es
hora de que las niñas tengan su colegio y una casa propia, por supuesto no
quiero que esto lo sepa nadie, sólo ustedes.
-De acuerdo...- Le dijo Adorna.
Joaquín nos dijo que hasta que
nosotros no nos marcháramos no diría nada a los demás. Tomamos café con ellos y nos fuimos.
Parece mentira pero a mi se me
olvidaron un poco mis males pensando en los demás y esa noche cuando terminamos
fui yo la que dije -¿qué tomamos café?- Todos dijeron, anda, parece que vuelve
a ser ella. Adorna dijo:
-Claro...
Nos fuimos, cuando estábamos los
dos solos en nuestro dormitorio estuvimos comentando lo que nos había dicho el
matrimonio y Adorna me dijo:
-Precisamente esto es lo que querían
los dos desde hace tiempo él irse a Madrid y ella a su casa con su familia y lo
que mas siento de todo esto es Doña Pepita, le quitaran las niñas y se tendrá
que ir con Miguel y Tere, no la conoce, es una pena. Bueno ya veremos lo que
Dios quiere.
A la mañana siguiente Adorna me
dijo que nadie se enterara de lo que nos habían dicho, el temía que yo a los
muchachos le comentara algo o ellos me lo notaran. Me daba mucha pena, tantos
años juntos y ahora a empezar de nuevo otra vez.
Adorna me pregunto que si era
verdad lo que Joaquín dijo sobre que me encontraba mal por pensar en marchar a
casa, le dijo que no, que me encontraba mal y estaba deseando llegar a casa, él
me dijo que si quería nos marchábamos ya, le dije que no, faltaban pocos días y
podíamos esperar.
Bajamos a desayunar, allí estaban
mis compañeros. Dimos un paseo y tomamos unas cervezas y Adorna les dijo que
esperábamos sus visitas si iban por Sevilla y si necesitaban algo nos
localizaran para ayudarles.
Ellos nos dijeron, bueno... -nos
veremos pronto, vendréis siempre que podáis ¿no? -Por supuesto- le dijimos.
Así pasó el día hasta que llego
la hora de irnos para el teatro, aquella noche cuando ví a todos contentos como
todos los días... que mal lo pasé. Yo miraba a Adorna y él me dijo en uno de
los momentos que estábamos solos en el camerino:
-María lo que tenga que pasar,
pasará, ni tu ni yo podemos hacer nada.
Pasaron los días y llegó el día
de las despedidas. Estaba muy nerviosa cuando empezaron los besos y abrazos.
Mariano me dijo –María ¿vendréis al próximo sitio donde estemos?-
Como siempre, metí la pata,
porque le pregunté -¿donde vais ahora?-
Joaquín inmediatamente dijo todavía
no lo sabemos, ellos ninguno se dió cuenta de nada. Estuvimos un rato como
todas las noches en el casino y nos fuimos a dormir. Al día siguiente nos
marchábamos a las 9 de la mañana para Sevilla, a nuestra casa. Yo me seguía
encontrando mal y estaba deseando llegar.
Hoy al escribir todos estos
recuerdos me he sentido triste porque mi viaje de novios no fue lo feliz que
creí iba a ser.
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