La rutina continuaba y con mi forma de ser no quería entrar
en una monotonía de todos las mujeres de mi edad, así que me dije a mi misma:
-María... tienes que hacer algo ya...
Empecé a preparar salidas todos los días que descansaba
Adorna. Unas veces al parque, otras a Castilleja de la Cuesta para ver a mis
suegros y cuñados. Otras con los amigos del teatro.
Recuerdo cuando llegaron las Navidades que Margarita tenía
ya cinco años y Inmaculada dos planeamos ir al cine. Adorna fue con Margarita y
yo con Inmaculada, lo hicimos así para que fuera un día especial para cada una.
La película fue Blancanieves en el cine Lloret y todavía hoy se acuerdan porque
muchas veces me lo han dicho y además siempre han tenido las dos mucha afición
al cine, quizás fuera por esa salida especial.
Nos reuníamos muchas veces con un compañero de Adorna de la
Estación de Autobuses, Nogales y María su mujer. Tenían tres hijos casi de las
mismas edades que los nuestros, merendábamos en su casa o en la mía,
celebrábamos cumpleaños, santos y todo lo que nos parecía.
Por aquellos tiempos también íbamos a Cádiz con mucha
frecuencia, ya os conté que una de las hermanas de Adorna, Conchita vivía allí
con su marido Luis y sus hijos, ellos ya tenían 4 hijos, tres niñas y un varón
que era el mayor. Una de esas veces que fuimos es porque se celebraba el
bautizo de una de las niñas.
No fuimos solos, venía mis cuñados Antonio y Juan, sus
esposas y más familiares, entre los de Cádiz y los que fuimos de Sevilla nos
reunimos más de 30 personas, aquella noche no durmió nadie, la celebración fue
larga.
A media tarde, hora
del futbol, todos los hombres se fueron y nos quedamos las mujeres con los
niños. Empezamos a comer y a cada una os pusieron una botellita de manzanilla
pequeña. Yo veía que la mía siempre estaba igual, todos estaban de acuerdo para
que cogiera la "papa" porque decían que me ponía muy graciosa, yo no sé
si estaba graciosa, lo que si me daba todo vueltas y no encontraba a mis niñas.
Cuando desperté, me dijeron que nos teníamos que ir a cenar a la plaza de San
Juan de Dios. Me dieron café y nos fuimos, yo seguía con resaca. Fuimos andando
porque entonces no había tantos coches como ahora y el paseo me sentó muy bien.
Entonces Cádiz no era lo que es hoy en extensión pero si en
gracia y personalidad. Yo tenía algunas amigas de cuando estuve trabajando en
el teatro y venían con nosotras, Berta cuñada de Conchita, Pilar amiga de
Berta. La suegra de mi cuñada Conchita, Inés, se quedó con los niños, así que estábamos
tranquilas. Cuando llegamos a la Plaza de San Juan de Dios estaba llena de
meses entre un bar y freiduría de pescado frito. Éramos más de cuarenta personas las que ya nos
estaban esperando, comiendo y de copitas y más copitas. Cantaban letras de
chirigotas del momento, como la de:
"Mi niña no come nada y cuando abre la boca..."
(Si algunas de las amigas que me leen de Cádiz se acuerda de esta letra, le
agradecería que me dijera del grupo que era para buscarla completa).
De pronto empezaron a cantar sevillanas la familia de
Castilleja, Luis, conchita, Berta, nosotros. Total que mi cuñada Adela y yo nos
levantamos y nos pusimos a bailar, una y otra, la plaza se iba llenando de
gente. De pronto dijo alguien:
-Adorna... ahora os toca hacer algo de teatro.
El Sainete del Chuiquillo, uno de los que representamos ese día y otras muchas veces
Todos aplaudían y nos empujaron a ello, allí nos vimos en
medio de la Plaza de San Juan de Dios interpretando un Sainete. Cuando
terminamos hasta de los balcones aplaudían y nos gritaban, otra...otra.. y nos
tiraban dinero. Así estuvimos hasta que llegó una pareja de guardias civiles y
nos invitaron a marcharnos con la excusa de que el día siguiente era lunes y
las personas tenían que descansar y el bar cerrar. Así terminó nuestro teatro
callejero, lo que no sabíamos es que algún tiempo después, varios años, volveríamos
a llevar la cultura por los barrios y pueblos.
No hay comentarios:
Publicar un comentario