Bueno... sigo con mi enfado.
Pasaban los días, meses y años,
todo seguía igual, mis amigos y compañeros de Adorna en el trabajo Nogales, Márquez
y Sotomayor ya iban teniendo todos sus casas, nosotros como teníamos la de mi
madre pues no hacíamos nada por cambiar la situación.
Cuando venían a casa para merendar y pasar un rato con los
niños, siempre me decían que bien estábamos teniendo el jardín y que a gusto
estarían los niños. Adorna me miraba... yo no decía nada.
Llegaron las Navidades del 1964, mi Margarita había cumplido
7 años, Inmaculada 4 y Francisco Javier casi 2. Una tarde mi hermano Manolo, se
levantaba a las 5 de la mañana para trabajar, cuando llegó y comió viendo que
los niños estaban viendo la tele, me acuerdo que era la serie Bonanza, vi que
mi hermano se iba al coche a dormir un rato. Miré a mi madre y me dijo:
-Es que no puede descansar.
Como todas las cosas de mi vida que han llegado al límite,
no sé si por soberbia o por fe, yo creo más por fe, ya no podía más y le dije a
Adorna:
-Me voy con el niño, cuando termine la película ve tú con
las niñas al parque. Yo tengo que hacer un recado.
Cogí a mi niño y me fui.
La verdad es que no sabía a donde iba pero cuando iba en el autobús
pensé que iba al Gran Poder, así fue en un bar que hay en la plaza dónde se
encuentra la iglesia, entré y le di de merendar a mi niño y yo tomé un café.
Entre en la basílica, me senté en un banco y me puse a rezar
y a llorar, mi niño me miraba.
Allí estuve una media hora y me tranquilicé, entonces me
marché y cuando iba por la calle Jesús del Gran Poder de pronto me acordé que
en esa calle vivía un abogado amigo de mi abuelo, busque la casa y llamé.
Cuando una chica abrió le dije que quería ver a Don Francisco y que yo era nieta
de Don Manuel Ballesteros, no tardó mucho cuando me dijo que pasara.
Después de saludarme y preguntarme por mi madre me dijo que
quería. Yo no sabía por dónde empezar, es más, no sabía cómo había llegado allí
y para qué. Empecé a contarle todo lo que había pasado aquella tarde, que vivía
con mis 3 hijos, mi madre pero que sólo tenía una habitación para dormir
nosotros y los niños, también le conté que Adorna llevaba mas de 14 años
trabajando en el Ayuntamiento de funcionario pero que cuando nos casamos nos
quedamos con mi madre y mis hermanos para ayudarlos pero ahora no podíamos
vivir en una habitación aunque tuviéramos todo lo demás de la casa. Le dije que no pagábamos nada pero los gasto de
luz y en todo lo demás si ayudábamos a mi madre.
Empecé tranquila pero acabé llorando, él me escuchaba muy
tranquilo.
-Bueno, María...beba un poco de agua. -Yo apreciaba mucho a
su abuelo y mi madre, tu abuelo me ayudó mucho en la carrera-
-¿Me ha dicho usted que su marido trabaja en el
Ayuntamiento?
-Sí.
-Pues veremos que podemos hacer, voy a llamar a un amigo que
me debe un favor.
Cogió el teléfono y llamó. Empezó a contar todo a la persona
que había cogido el teléfono, haciéndole referencia a que era la nieta de
Manuel Ballesteros y en la situación que me encontraba, nos encontrábamos.
Cuando terminó, se quedó callado unos minutos y me dijo:
-María mañana a las 11 tiene que ir su marido al
ayuntamiento con el uniforme de su trabajo y con todos los documentos
personales y con la escritura de la casa de su madre, no olvide el libro de
familia. Allí le va a recibir una persona que puede ayudarle.
Entonces le dije:
-¿Don Francisco, cree usted en los milagros?
-Creo mas en las casualidades.
-Yo venía del Gran Poder, cuando me acordé de usted y de mi
abuelo, así que para mí si ha sido un milagro.
-Bien María, es bueno tener fe y coraje en la vida, yo lo
único que le pido es que cuando tenga usted su casa me lo comunique.
-Claro que sí.
Nos despedimos.
Cuando iba para casa con mi niño en los brazos no me lo
podía creer y pensaba: "abuelo no hiciste nada en tu vida ni por mí ni por
mis hermanos y ahora has hecho algo muy importante por mis hijos".
Creo que esa tarde fue la primera vez que perdoné de verdad
a mis abuelos.
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