Conozco al matrimonio Muñoz Adorna desde que tengo uso
de razón, nos unió el barrio, los colores de un equipo, pero sobre todo una
pasión el teatro.
Mis padres eran conocidos de la Peña Bética, y yo
siempre los veía actuar en cruces de mayo y eventos, además mi hermano empezó
en el grupo Proscenio al que yo también pertenecería con más edad.
Una pasión, afición, enfermedad o como yo lo llamo
veneno que me contagió hace ya veinticuatro años una gran mujer y de la que
todavía no existe vacuna, ni quiero antídoto que me aleje de las tablas.
Tengo muchas vivencias con mi directora, maestra,
amiga, madre y abuela en muchos momentos para mí, pero voy a rememorar mi
primer día, mi primer casting y debut, puesto que los demás momentos de risas y
llantos los prefiero dejar para mi recuerdo.
Tenía 11 años, cruzábamos el pasillo largo de nuestro
colegio, yo ya conocía a María, pero me imponía y mis nervios no me permitían
hablarle mucho, ella buscaba niñas para representar un auto sacramental, “El
sueño de Laura”, y ya teníamos preparado los textos, ahora quedaba que María
eligiera los personajes.
Yo me había preparado el capricho, era y bueno soy
algo perfeccionista conmigo misma, pero en aquella época era muy resabida, ya
habían pasado mis compañeras tocó el turno a otra chica un año mayor que yo y
pasó este papel, lo hizo bien, pero claro en esa época yo pensaba que yo lo iba
a hacer mucho mejor, María la eligió y a mí se me vino el mundo encima, mi
desmotivación era máxima, y pensando que no tenía nada que hacer, me llegó mi
turno, yo veía que no tenía sentido pasar un papel que no iba a representar,
¿para qué hacer el paripé?
No sé si ese día vio algo en mí, no sé si mi genio o
mi expresión, pero con enfado incluido di lo mejor que pude de mí, y María
decidió darme el antagonista, la Soberbia, mi primer papel, que disfruté al
máximo, desde aquel día me gustaba llegar pronto a mis ensayos e incluso media
hora antes y entrar en su casa y escuchar miles de anécdotas de las tablas, de
compartir horas y horas de charlas de ofrecerme para todo lo que montase y
aprender de la experiencia de toda una vida dedicada al teatro, y mucha por
amor al arte.
Me siento muy orgullosa de decir que María Muñoz ha
sido mi mentora, maestra y directora, mi ejemplo a seguir. Que gran parte de lo
que he aprendido y sigo aprendiendo se lo debo a ella, y tengo el placer de
seguir disfrutando de nuestras charlas y café en la mesa camilla.
Esther Torres
30 Mayo 2014
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