Todos los días pasaban tranquilos pero con ilusión, mi madre es la
que más me preocupaba porque estaba triste, yo fingía que no me daba cuenta.
Por la tarde cuando los niños jugaban en
el jardín les pregunté:
-¿Queréis que nos vayamos a otra casa?-
Margarita me preguntó que dónde y le dije
que a un piso que tenía escaleras y terraza con flores y ella me preguntó muy
seria:
-¿Y la abuela?-
Les dije que la abuela no vendría que se
quedaba allí con los titos y se vendría cuando ellos se casaran.
Hoy cuando estaba escribiendo he pensado
lo egoísta que fui, sólo pensaba en mí, en mis hijos y en mis agobios y no en
lo que habían luchado mis hermanos y por supuesto mi madre.
El Chico después de que naciera Inmaculada
tendría dos años se fue a Barcelona a trabajar de pinche de cocina, también
estuvo de camarero pero no podía estar lejos de mi madre y se volvió pronto. Ya
no era lechero, empezó a trabajar en Sevilla y siempre decían que era un buen
trabajador pero muy rebelde, no aguantaba mucho en el mismo sitio y no
aguantaba las injusticias y así fue toda su vida. Había conocido a una chica de
Carmona, un pueblo cercano a Sevilla, ya eran novios, así que otro que parecía
ya tenía su vida encauzada.
Mi hermano Manolo con tres compañeros se
fue también a Barcelona a examinarse para profesores de Academia de conducir,
los tres aprobaron y junto abrieron la autoescuela Velasco que fue una de las
primeras en Sevilla. Mi hermano aportó un coche que se había comprado, un
seiscientos, para el servicio de la academia y así todos fueron socios del
nuevo negocio.
Todo iba cambiando también para ellos pero
yo tan agobiada con mis hijos y con la incomodidad de estar todos en una
habitación no me daba cuenta que los demás también tenían sus preocupaciones y
sus agobios.
Cuando hoy escribía vinieron a mi memoria
como había sido mi vida en aquellos años, me había vuelto un poco
"Leona" no pensaba más que en mis hijos, no en los demás, ni en mi
madre, ni en mis hermanos, incluso en Adorna que lo culpaba de todo y cada día
hablábamos menos.
Sé que en algún momento sentí
remordimiento y pensé. -Tengo que hablar con Adorna-. Una tarde cuando ya
descansó un rato después de venir de trabajar le dije a mi madre que nos
marchábamos un rato él y yo, nos llevábamos al niño y si ella se podía quedar
con las niñas, ella me dijo que sí. No íbamos lejos, nos quedábamos por el
barrio para dar un paseo.
Le di a las niñas de merendar y
cuando se levantó Adorna le dije que quería hablar con él. Me miró con cara de
susto
- ¿Qué pasa?
-Nada... sólo quiero tomarme un café
contigo, los dos solos.
- ¿Y las niñas?
-No te preocupes, se quedan con mi madre.
Nos fuimos y cuando entramos en el bar que
íbamos alguna vez y todos nos conocían nos saludaron. Adorna seguía con cara de
preocupación así que empecé hablar.
-Adorna... estoy muy mal porque en todo
este tiempo no he pensado más que en mis hijos y en lo mal que yo me encontraba
por la estrechez del dormitorio y no pensé en que los niños también podían
molestar a mis hermanos, nunca se han quejado de no poder dormir, cuando no
eran risas, eran juegos o llantos. También me siento mal por cómo te he tratado
a ti y a mi madre y a todos, me siento muy mal porque yo no soy así.
Como el silencio cada vez se hacía muy
largo... sólo le dije:
-Nada más… esto es lo que quería decirte.
Adorna sonrió y me dijo:
-Esta es la María que yo conocí, sincera y
justa, no con la que llevo algún tiempo viviendo, siempre de mal humor con tu
madre, con conmigo, hasta con los niños ¿no?, sí María, eso es lo que más me
asustaba porque siempre te has preocupado en ayudar a tu madre y tus hermanos y
no parecías la misma.
Hubo otro silencio:
-¿Y qué hago?
-Lo que siempre, pensar en todos que es lo
que has hecho toda tu vida y siempre has sido feliz. Desde mañana vamos a
empezar a preparar las Navidades y los Reyes de los niños, tenemos que hacer
que sobre todo las niñas no olviden estas Navidades, el niño es pequeño para
acordarse, en casa de su abuela María, se lo debemos porque cuando nos
hizo falta nos dió lo que tenía en ese momento.
Yo empecé a llorar, lo mismo que ahora
porque hoy que estoy escribiendo esto es un día muy señalado para mí.
Le doy gracias a Dios por el hombre que
puso en mi vida y este fue el primer problema que tuvimos en el matrimonio,
desde entonces siempre que tuvimos algún problema fue por mi forma de ser, él
me miraba profundamente, yo lo entendía porque por algo tenía casi 10 años más
que yo.
-¿Nos vamos?... me preguntó.
-Sí.
Cuando llegué a casa las niñas estaban con
mi madre, estaban viendo la tele, todo tranquilo, yo más que ninguno porque
aquella noche dormí abrazada a Adorna como si fuera otro niño más.
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