A la mañana siguiente me levanté como
todos los días pero viendo las cosas de otra forma, mucho mejor porque en esos días
había tenido muchos dolores de cabeza. Me decidí ir al médico e inmediatamente
me envió al oculista. De la consulta ya salí con gafas porque cuando me hizo la
revisión se asustó y dijo como había podido aguantar, al parecer tenía la vista
muy mal. El diagnóstico fue de glaucoma además de miopía en un grado alto. Yo
no sabía entonces que era el glaucoma, después si me enteré y pasé por varias
operaciones que más adelante os contaré el momento y las circunstancias en las
que ocurrieron.
Por todo esto, esa misma tarde cuando
tomaba café con mi madre le dije:
-Mama... ¿qué te parece si busco un pintor
para que venga y pinte toda la casa, hasta la azotea y que dejen mi
cuarto para lo último?, quiero que para Navidades todo esté terminado.
No me decía nada y volví a preguntar:
-¿Tú que dices, tienes ganas?
Me dijo que vale, bueno... como tú
quieras.
Le dije que desde que me había casado no
se había hecho nada en la casa solo el arreglo en la cocina y quería que cuando nos
marcháramos se quedara la casa limpia y pintada.
Empecé la rutina diaria, levantar a los
niños, desayunos, etc. Cuando Adorna vino a comer le dije:
-¿Quieres ir mañana que descansas a
casa de tus padres?
Aprovecho este recuerdo para contaros que
mis suegros ya no vivían en Castilleja de la Cuesta, se habían venido a vivir a
Sevilla, al barrio León en Triana. Mi cuñada Adela aún no se había casado, Paco
su novio estaba en Holanda trabajando y pensaban casarse pronto y mi suegra lo
estaba pasando mal porque su hija pequeña se tendría que marchar fuera de
España con su marido. La verdad es que unas veces por unas cosas y otras no
íbamos mucho a ver a los padres de Adorna, él si iba más a menudo y llevaba a
los niños pero tampoco mucho.
Cuando los niños escucharon que iríamos a
ver a los abuelos empezaron a gritar:
-Bien... bien.
Adorna me miró y empezó a reírse, yo
también.
Hoy escribiendo esto he pensado lo bien
que nos conocíamos y que atracción tuvimos toda la vida solo con mirarnos nos
comprendíamos.
Vuelvo y explico porque no me apetecía
mucho ir a casa de mis suegros, era porque lo pasaba mal. El motivo de que
ahora vivieran en el barrio León en Sevilla fue porque mi suegro tuvo un
accidente de trabajo y le amputaron una pierna. Los médicos le aconsejaron que
vivieran en Sevilla más cerca de médicos y hospitales. Se vinieron mis suegros
y mis cuñadas Adela y Encarna, Juan y su familia se quedaron en Castilleja, con
ellos nos veíamos más, ellos venían a casa y nosotros a la suya.
Cuando llegamos a casa de los abuelos
parecía que nos estaban esperando, tenían muchas ganas de ver a los niños,
sobre todo a Francisco Javier era al que no veían hacia más tiempo. Ya casi
andaba solo y estaba muy gracioso porque hablaba muy claro para ser tan
pequeño.
Cada vez que íbamos todo le parecía poco
para nosotros, las niñas lo pasaban muy bien.
Cuando estábamos más tranquilos llegó la
pregunta:
-¿Qué me ha dicho tu hermano Juan, pronto
os van a dar una casa y que antes tenéis que ir a un albergue?
Yo me quede callada pero Adorna si les
contó y le dijo que si, antes iríamos a un albergue.
Hubo un silencio y vinieron los reproches, por qué teniendo una casa teníamos que ir con los niños a un lugar como ese. No seguimos mucho con el tema, yo me fui a charlar con mi suegro era con quien más a gusto estaba y me gustaba mucho hablar con él. Cuando las niñas se cansaron dijimos que ya era hora de marchar y ahí quedo todo, no había que dar más explicaciones sobre el tema, ninguno de los dos dijimos nada del comentario de mi suegra, al fin y al cabo opinaba igual que mi madre pero ya lo teníamos decidido.
Hubo un silencio y vinieron los reproches, por qué teniendo una casa teníamos que ir con los niños a un lugar como ese. No seguimos mucho con el tema, yo me fui a charlar con mi suegro era con quien más a gusto estaba y me gustaba mucho hablar con él. Cuando las niñas se cansaron dijimos que ya era hora de marchar y ahí quedo todo, no había que dar más explicaciones sobre el tema, ninguno de los dos dijimos nada del comentario de mi suegra, al fin y al cabo opinaba igual que mi madre pero ya lo teníamos decidido.
Entre los pintores, las fiestas que
estaban próximas, las Navidades, se iban pasando los días y en casa vinieron
cambios para bien. Mi hermano Manolo ya era profesor de autoescuela, Adorna
subió de categoría en el trabajo, ellos contentos y parecía que en casa sólo mi
madre y yo éramos las que contábamos los días pensando lo mal que lo pasaríamos
el día de marchar. Decidimos pensar en los Reyes de los niños, yo en mi rutina
que eso me dejaba poco tiempo para pensar. Los niños, la ropa, la comida,
buscar cajas de cartón para ir guardando cosas.
Recuerdo uno de esos día que mi hermano
Chico fue a ver a mi hermano Antonio, el mayor, hacía mucho que no lo veía. No
tenía idea de lo que se iba a encontrar, como vivía en una habitación él, su
mujer y cuatro hijos que ya tenía. Era una casa de vecinos de aquella época y
la cocina la tenían común en un corredor del patio. Como ya os conté mi hermano
era panadero y tenía que dormir de día porque su trabajo era por la noche. A
los niños no los conocíamos, sólo al mayor que nació en nuestra casa y del que Adorna y yo éramos padrinos.
Cuando mi Chico nos contó todo esto, mi
madre se puso a llorar y mi hermano Manolo, él nunca se metía en nada, al
enterarse de lo qué estábamos hablando fue el que rompió el silencio:
-Mama... no llores, ellos fueron los que
quisieron independizarse. A mí me pareció bien pero no tanto que ni siquiera
conozcamos a sus hijos, a mí no me importa pero tú eres su madre, la abuela de
los niños y ni tú ni nosotros le hemos hecho nada para estar casi nueve años sin
venir a verte.
Y siguió:
-Lo mismo hizo conmigo y mi hermana los
años que estuvimos en el colegio internos, siempre ponía un pretexto, tenía que
dormir de día. Para él no cuentan los días de descanso que pasa con sus amigos jugando al dominó. Así
que... como te vea llorar me voy a enfadar en serio.
Era la primera vez que yo veía a mi
hermano Manolo enfadado y como sería que mi madre dejó de llorar.
Entonces mi Chico dijo:
-No pienso ir más a verlo porque siempre
cree que voy a pedirle algo.
Entonces ya hablé yo:
-¿Y no podéis pensar que a lo mejor es que
él piensa que cuando más falta hacía que estuviera a nuestro lado se marchó?
Quizás se siente mal por eso y no se decida a venir, puede pensar que no se portó bien.
Mi madre me miró y ellos ya no dijeron
nada más.
Cuando hoy escribí esto me acordé de una
felicitación que mi hijo este año me hizo en mi cumpleaños, me decía que
siempre había visto en mi la lucha por la unión de mis hermanos (espero que el
día de mañana, él también piense igual con sus hermanas y no olvide lo que ha
visto y aprendido de su familia).
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