Los últimos días en en el refugio lo dedicamos, otra vez, a hacer maletas, guardar las pocas cosas en cajas y procurar tenerlo todo preparado para cuando llegara el día.
Todas la vecinas hacíamos lo mismo pero sabíamos que todos juntos no marcharíamos. Yo una de esas noche le pregunté a Adorna si él sabía cuando teníamos que dar el dinero, no sabía si era a la entrega de las escrituras y tampoco si ese mismo día nos darían la llave del piso. Adorna me dijo que posiblemente las llaves nos la darían antes para ir preparando cosas, contrato de luz, etc.
Por fin llegó el día, sería mediados de marzo cuando llegó Adorna del trabajo y me dijo:
-Mañana a las 12 tenemos que estar en el Polígono de San Pablo (nuestro barrio a partir de ese momento) para entregarnos las llaves, no comentes nada. Solo serán 30 las que darán y son las primeras en la calle Tanguillos. Son tres bloques de 10 vecinos, mañana solo darán 15 y al día siguiente las otras-
Adorna me siguió contando y me dijo que un compañero del Ayuntamiento seguramente iría por la tarde a dar la noticia a los demás vecinos y confirmar quien eran los primeros en recibir las llaves, yo le dije que por supuesto no diría nada. Comimos y siguió la rutina de todos los días, las vecinas en sus tareas diarias y yo... no se cuantas veces limpie el hule de la mesa esa tarde, ni cuantas veces fregué los platos. Estaba nerviosa porque la tarde iba pasando y no llegaba nadie.
Sobre las seis llegó por fin la persona que esperábamos y nos dijo que todos saliéramos al patio, así lo hicimos y empezó a explicar lo que nosotros ya sabíamos. Nos informó que los bloques primeros eran el 11 y 13 y los 15 nombres. Nos entregó documentos para leer y rellenar que debíamos llevar junto con los DNI y libro de familia. Nos informó que así irían diciendo poco a poco, después de la calle Tanguillos serían los de la calle Caracoles.
Creo que los únicos que sabíamos la entrega de llaves eramos nosotros porque eran muchas las preguntas -¿si nos dan las llaves nos podemos ir mañana mismo?-, Adorna les dijo que no creía porque no teníamos ni luz ni agua, no dijimos lo que sabíamos y la verdad, al ver la alegría de todos, sus llantos, sus risas, también acabé llorando. Mas tarde todos brindamos con lo que cada uno tenía, cerveza, vino tinto... muy contentos. Se hizo la hora de cenar y acostarnos, terminaba un día de emociones y secretos, el día siguiente era el comienzo de una nueva vida junto a mi familia y en "mi casa".
A la mañana siguiente todos nos levantamos muy alegres. Adorna vendría a media mañana para ir juntos. Llegó temprano el mismo señor del Ayuntamiento del día anterior y nos dijo que a las 12 debíamos estar allí todos los nombrados y nadie más, todo era por hacer las cosas tranquilos y sin mucha gente. Nos advirtió que si todo se hacía con calma y sin problemas al día siguiente se entregarían otra 15 llaves.
El camino mas cerca para llegar pronto era la Cruz del Campo, así que nos fuimos tres o cuatro vecinos con los niños. Al llegar nos esperaba un chico joven y nos dijo que hasta no llegar todos no empezaría la entrega.
El primer piso que se abrió fue el tercero izquierda de la calle Tanguillos 11, luego los dos quintos (el izquierdo era el nuestro) el que yo había elegido de broma aquel día que fuimos de paseo.
Abrimos el piso, tenía tres habitaciones, un salón de 5 metros ancho y 7 de largo, la cocina no muy grande y un cuarto de baño con todo lo necesario. También en la azotea teníamos nuestro espacio cada vecino para tender y en la cocina una pequeña pila para lavar. Pero lo mas bonito era un balcón de dos metros y medio que comunicaba con el salón con dos puertas de cristales.
Un palacio nos pareció, el mas bonito de nuestra vida. Por fin mis hijos tendrían su habitación, nos miramos emocionados, la misma emoción que siento hoy al escribir estos recuerdos. A lo largo de mi vida he tenido mas casas pero ninguna como en la que se criaron mis hijos.
Los niños empezaron a correr de un lado a otro, Margarita muy rápida eligió habitación y llamó a su hermana para decirle:
-Mira Inma... ven..., este es nuestro dormitorio-
El padre y yo nos reímos porque había elegido la mayor.
Estuvimos un buen rato viéndolo todo, nos habían advertido que apuntáramos si veíamos alguna cosa en mal estado como cristales, grifos, suelo, azulejos, puertas... Adorna fue apuntando todo. Cuando nos pareció que todo estaba bien mirado, nos decidimos a marchar pero los niños no querían, les dije que iríamos a ver a la abuelita y contarles que ya habíamos visto nuestra casa y decirle que viniera al día siguiente con nosotros. De esa forma pude convencerlos y Adorna pudo cerrarla puerta.
Cuando llegamos a casa de mi madre, no nos esperaba. Los niños empezaron a gritar y contarle todo lo que habían visto. Ella no tenía comida preparada para tantos y yo, nunca he tenido pereza para la cocina, me puse manos a la obra y hice de comer para todos. Estaban comiendo los niños cuando llegaron mis hermanos, cuando terminaron nos pusimos a comer los demás y ellos se fueron a jugar al jardín.
Le contamos todo lo ocurrido, ellos quedaron en ir al día siguiente a verlo y mi madre dijo que no, ella iría cuando ya viviéramos allí. Les conté que Inmaculada estaba muy bien y le habían dado el alta médica pero tenía que hacerse analíticas cada 3 meses, mi hermano Manolo nos dijo que él nos acercaba en el coche al refugio cuando ya vimos era hora de marchar. Mi madre al darme un beso de despedida me dijo que estaba muy contenta de vernos a nosotros tan felices.
Esa noche en el refugio fue una fiesta, unos porque al otro día se marchaban y otros porque lo harían pronto. Seguramente no viviríamos juntos, cerca sí, pero no en la misma calle, así que preparamos una buena mesa con comida, bebidas, de lo poco que teníamos y estuvimos hasta tarde comiendo y riendo, los niños jugando. Esa noche creo que todos nos fuimos a la cama y no tardamos en dormirnos mucho tiempo.
Cuando a la mañana siguiente desperté era otra persona, me había cambiado el carácter. Nada me parecía difícil conseguir, ni me asustaba no tener dinero ni el trabajo que me quedaba por delante hasta tenerlo todo listo. Lo primero un café y empece a preparar cubos, escoba (aún cepillos no había para barrer) estropajos, trapos para los cristales o periódicos...
Estaba preparándolo todo cuando llegó Adorna, en el trabajo le habían dado 8 días de permiso para la mudanza, hacer contratos de luz y agua. También le dejaban un camión para el traslado.
Llegamos al piso y empezaron los primeros problemas, no teníamos agua ¿como limpiar?. Adorna con otro vecino del segundo se encargaron de subir cubos de agua de la manguera de la calle (aún seguían los trabajadores terminando cosas) y llenar las bañeras, así podíamos las mujeres ir trabajando.
Los niños jugando, sube y baja escaleras. Francisco Javier una de las veces cayó unos cuantos escalones rodando y Adorna se asustó y me dijo, deja todo lo que estés haciendo, lo importante es que no pierdas de vista a los niños a lo que yo le dije, no. Tu ya has subido el agua, quédate tu pendiente de ellos que yo sigo que la limpieza. Así lo hicimos hasta muy entrada la tarde y la verdad es que el niño aprendió ese día a bajar y subir porque nunca mas se cayó por las escaleras y tenía dos años cuando llegó al piso, claro que siempre su hermana Margarita tenía cuidado de los dos, no había cumplido aún ocho años pero siempre fue muy responsable, siempre pendiente de todos, quizás por mi culpa se hizo mayor antes de tiempo por exigirle siempre que cuidara de sus hermanos.
Sobre las tres y media llegó mi hermano Manolo, nos trajo bocadillos. Comimos en el suelo en una manta, nuestra primera comida en casa y sobre las seis lavé a los niños, todo estaba ya limpio y antes de marchar me quedé mirándolo todo y dije: -Que bonito es mi piso- Mi hermano Manolo dijo que tenía mucha razón y que tenía mucha luz y la terraza muy bien orientada pero que mucho cuidado con los niños, era peligrosa la altura que había y que no olvidara que los niños habían vivido en un bajo hasta ese momento y les llamaría la atención mirar por ella. Miré a Adorna y creo que los dos pensamos lo mismo, mi hermano hablaba poco pero siempre era para decir algo importante y que nos hacía reflexionar. Cerramos y nos marchamos, seguramente el día siguiente ya podríamos dormir allí.
Abril 1965 nos entregaron las Escrituras del piso.
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