Al día siguiente sobre las diez, llegó Adorna con dos compañeros. Traía un coche grande para la mudanza, Adorna al ver que sobraba espacio ofreció llevar a Dolores y a su marido (el señor que regalaba cositas a Francisco Javier porque le encantaba escuchar como le decía muchas gracias señor, siempre le sacaba unas risas).
Cuando todo estaba cargado, aún sobraba espacio. Teníamos pocos muebles entre las dos familias, era lógico, en el refugio no teníamos mucho espacio y casi todos teníamos las mismas cosas, camas y poco mas.
Dolores, su marido, los niños y yo, nos fuimos andando para el piso, cruzamos el campo y llegamos antes que ellos en la camioneta.
Los trabajadores que aún quedaban en las obras, se asombraron de ver llegar ya muebles y se fueron avisando unos a otros para darnos la bienvenida.
Nos ayudaron los compañeros de Adorna a subir muebles, al piso de Dolores todo fue rápido, era un bajo pero lo nuestro, aún siendo pocos muebles costó mas trabajo, al quinto costaba subir, nada menos, que 61 escalones, a pesar de ello todo quedó listo en poco tiempo, camas montadas y poco más.
Se despidieron los compañeros de Adorna, antes, nos habíamos quedado mirándolo todo, tan vacío, sin cortinas, cuadros... Uno de los amigos de Adorna nos dijo: no preocuparos, en nada lo iréis amueblando, seguro que María sabe como decorarlo bonito en poco tiempo.
Yo le dije a Adorna de bajar a comprar algo para comer y agua, aún no teníamos. Los niños jugaban en la plazoleta, era un lugar apropiado para juegos, aún no había coches aparcados y todo era para ellos (luego todo cambiaría).
Salimos en dirección a lo que hoy es la avenida del Greco, aún no había tiendas, todo estaba acordonado con vallas de obras, la inauguración del barrio no sería hasta unas semanas después y quedaban cosas por terminar. Cerca estaba la Huerta de Santa Teresa donde había un bar y una tienda, hoy es la calle Sinaí, allí compramos agua, algo de comida y muchas velas. Tardarían como poco tres días en darnos la luz. Dimos un paseo por todo aquello que estaba en construcción y al volver a casa estaban allí mis hermanos, Manolo y Gonzalo. Traían cosas para comer con nosotros, agua, café, leche... todo lo que ellos pensaban nos haría falta, se lo había preparado mi madre, aunque ella no había querido ir.
Sin acordarnos que no teníamos luz, Adorna y mi hermano Manolo se pusieron a comprobar la antena que era colectiva, así que estuvimos un buen rato de excursión en la azotea, los niños disfrutaron mucho y aprovechamos para advertirles lo peligroso que era estar allí y que nunca se les ocurriera subirse al poyete para mirar la calle. A falta de luz nos tendríamos que entretener esa tarde-noche con la radio a pilas pero aún nos dio tiempo de dar otro paseo con los niños por las calles que se podían que eran Caracoles, Verdiales y la plaza del Martinete, en esas ya estaban acabadas todas las obras y en días estarían los vecinos viviendo.
Estaba anocheciendo cuando llegamos a la puerta de nuestra casa. Antes de entrar les dije que era la primera noche que dormiríamos en ella, así que rezaríamos un padre nuestro para dar gracias a Dios por la suerte de tenerla y también porque la abuelita María pronto pudiera venir a vivir con nosotros y así fue. Esa noche los niños se durmieron temprano, Adorna y yo no podíamos... eramos muy felices.
Inmaculada y Francisco Javier
No hay comentarios:
Publicar un comentario