Al día siguiente cuando desperté sin ruidos de coches, de gente, de nada, no sabía donde estaba y disfruté de la tranquilidad un buen rato observándolo todo. Cuando miré el reloj eran las 9 y media de la mañana y todos dormían, Adorna también porque estaba de descanso. Con mucho cuidado me levanté y me fui a la azotea y puse cordeles para poder tender ropa, me habían indicado cual era la parcela que me correspondía, cuando bajé ya estaba Adorna despierto. Hice café y preparé el desayuno, poco a poco los niños se fueron despertando. No teníamos prisa, ese día iríamos a casa de mi madre a comer.
Los niños entraron corriendo y gritando, abuelita, abuelita...ya hemos dormido en el piso nuevo. Ella nos miraba contenta y les decía: -si mi vida, ya lo se-. Yo me puse a terminar la comida y mirar que tenía por lavar, recoger, planchar, esa semana con la mudanza no había podido ir a echarle una mano en esas tareas. Llegaron mis hermanos, comimos todos juntos y Adorna pronto me preguntó si nos marchábamos, nos fuimos pronto y al llegar a la plazoleta nos sorprendimos, estaba llena de niños. Ese día habían entregado mas llaves de pisos, iban llegando los nuevos vecinos y a muchos los conocíamos del refugio. Los amigos de Margarita, como Ignacio, corriendo vinieron a llamarla. Fueron a buscar a sus amigos, nosotros nos quedamos tranquilos porque allí no había peligro aún, luego ya sería distinto cuando empezaron a llegar coches y aparcarlos donde los niños en ese momento jugaban.
Hoy al recordar ese momento he pasado un mal rato, ya que muchos de esos niños ya no están con nosotros, nos dejaron muchos, por accidente, enfermedades, drogas... todos amigos de mis niños, merendando en casa, jugando juntos siempre, he vivido con sus madres tanto sufrimiento por sus perdidas, así, que para todas ellas, las que ya no viven y las que si, como la de Ignacio que veo aun muy a menudo, va mi recuerdo y todo mi cariño.
Adorna y yo aprovechamos para hacer cosas en el piso, los niños se quedaron jugando y costó trabajo que subieran, teníamos aún que cenar, lavarnos... con velas, serían las 10 de la noche cuando se quedaron dormidos. Nosotros también nos acostamos pronto y no habrían pasado ni dos horas cuando unos gritos nos despertaron, era Margarita y a gritos decía: -No, no, eres un tramposo, eso no vale- los hermanos no se despertaron. Adorna y yo nos reímos, comprendimos que aún en sueños seguía jugando, era por primera vez feliz hasta en sueños. Pronto nos daríamos cuenta de que iba a cambiar, iba a dejar de ser tan niña.
Lo primero que notamos en Margarita, fue que pese a su edad era líder de casi todos los amigos, lo que ella decía se hacía y si no, malo. Tenía 8 años, no cumpliría 9 hasta septiembre pero era alta para su edad, ya calzaba un 37 de pie, en altura era una de las más altas tanto de niños como de niñas de la plaza. No se si por afición al cine, a las películas que su tío Manolo la llevaba, en algún momento después de una pequeña disputa, donde defendió a alguien que era menor que ella y desde ese momento fue conocida como la Gary Cooper de la plazoleta, no la temían pero si la respetaban y nosotros estábamos tranquilos sabiendo que cuidaba de sus hermanos y de todos sus amigos.
No la despertamos, supimos que estaba soñando, me costó volver a dormir y me dio tiempo a pensar como habría sido sus vidas si hubiéramos continuado en el teatro, de pueblo en pueblo, sin amigos, sin colegios, como Ani y Margarita las hijas de Joaquin y Ana. Esa misma noche decidí que nada más inauguraran el colegio que teníamos cerca los matricularíamos pero tardaron unos años y tuvimos que buscar otras soluciones.
Amanecimos el tercer día en nuestra casa y pronto comenzaron a llegar visitas. Una de las primeras fue mi cuñada Adela. Venía a ver el piso y decirle a su hermano que de parte de Paco, su novio, no tenía que devolverle el dinero que nos había prestado para la entrada del piso, era un regalo para los niños. Nos dió una gran sorpresa, de ese día tenemos fotos y una de ellas es la que os dejo abajo.
Por la tarde vinieron María, Nogales y los niños. Nada más que María lo vió todo empezó a decir: -Yo tengo unas cortinas que pueden venirte bien para esa ventana, también algunos cuadros... Al día siguiente otro de los amigos de Adorna del trabajo, Sotomayor y Aracelis, ellos nos ofrecieron una mesa y unas sillas. Creo que todos los compañeros de Adorna se pusieron de acuerdo y casi nos amueblaron el piso, mucha casualidad que no nos ofrecieran dos mesas y muchas sillas, no, todo lo que según a ellos le sobraba era justo lo que a nosotros nos faltaba.
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