Fueron pasando los días, los meses y llegó
Septiembre, por fin Margarita iba al colegio cerca de su nueva casa. Fue el
colegio de la Borbolla, Margarita casi ocho años, Inmaculada cinco recién
cumplidos aún ese año no iría. Margarita sabía leer y las cuatro reglas, Adorna
se había encargado hasta ese día de su educación y en el Tiro de Línea también
había ido un año a otro colegio. Eran listas y todo lo aprendían rápido, una de
las cosas era jugar al ajedrez, pocos niños en esa época sabían pero Adorna era
un buen jugador y las había enseñado.
El Colegio de San Pablo que teníamos justo
enfrente de casa no se inauguró hasta unos años después, teníamos la intención
de cambiarlas a él cuando pudiéramos pero en la vida hay veces que lo que uno
propone no se realiza por circunstancias que ya os contaré más adelante, las
niñas nunca irían al Colegio de San Pablo.
La vida iba cambiando muy deprisa, yo
volvía a sentirme con energías, mi carácter empezaba a ser el mismo de antes de
casarme, no es que después de casarme no fuera la misma luchadora ni perdiera
las ganas de vivir, solo que me había adaptado a una rutina diaria que no me
gustaba ya que mi niñez y mi juventud fue diferente, en esas épocas ningún día
era igual a otro y después de la boda fue todo lo contrario.
Tendría Francisco Javier unos treinta
meses cuando algo ocurrió que me hizo ser otra vez esa mujer sin miedo a nada y
hacer cosas sin pensar en las consecuencias. El piso, como ya os he contado,
tenía cuarto de baño, cocina y una pila, todo ello daba a un tabique con una
especie de balcón interior donde al mirar para abajo se veía un hueco, no daba
a la calle porque la pared de frente tenía una celosía de material, agujereada,
por donde entraba la claridad. La pared del cuarto de baño también daba a ese
huevo y tenía una pequeña ventana.
Os dejo foto de la fachada donde podéis
ver lo que explico, esa parte de ladrillos con agujeros daba a la calle, dentro
había como un metro sin suelo y lo separaba un balcón y la pared del cuarto de
baño pero no se veía desde el exterior, en esta foto podéis ver como la parte
de abajo sigue en muchos pisos con los ladrillos de agujeros y la parte de
arriba dos ventanas, serían de la cocina y el cuarto de baño, en aquella época
todo era de ladrillos como los de abajo y no se veía nada de dentro.
Piso Polígono San Pablo
Francisco Javier fue al cuarto de baño
para hacer pipi sin que yo me diera cuenta y cerró un pestillo que había por
dentro. Cuando quiso salir no podía abrir la puerta y empezó a gritar: -mami...
mami...no puedo abrir- yo le decía como hacerlo él nervioso y yo también, no sabía qué hacer, Adorna no
estaba, era domingo y había ido a ver a su Betis, yo tiraba, empujaba la puerta
y no conseguía abrirla, sin pensarlo mas me fuí para la cocina y saltando la
baranda puse los pies en los agujeros de la celosía, fui agarrándome a ella
todo el trayecto desde la cocina hasta la parte frente a la ventana del cuarto
de baño que por suerte estaba abierta, no sé como pude entrar por una pequeña
ventana, ni como pude alcanzarla, el peligro es que si un pie se escurría yo
caería al vacío de cinco plantas.
Cuando el niño me vió que intentaba entrar
por la ventana me dijo: -mami ten cuidaito...- caí de cabeza escurriéndome
hasta la bañera, allí ya me incorporé y pude ponerme de pie y abrazar a mi niño,
abrí la puerta y pudimos salir. Lo malo vino después, cuando llegó Adorna y mis
hermanos y se lo conté, hasta entonces no me dí cuenta de la locura que había
hecho y lo peligroso de mi aventura. Al día siguiente teníamos albañiles en
casa, tiraron la tapia, pusieron suelo a la parte que faltaba y de esta forma
la pila y la ventana del cuarto de baño quedó dentro de ese espacio y se amplió
la cocina, Ya no veía las ventanas de mis vecinos de abajo y todos poco a poco
fueron haciendo lo mismo y mas tarde tirando celosías y poniendo ventana y
ampliando también los cuartos de baños.
Otra de las travesuras de Francisco
Javier, no tardó en llegar. Sería octubre o noviembre cuando llamaron a la
puerta y traían al niño dos señores con camisas azules, sus hermanas que
estaban cuidándolo en la calle, también venían con ellos. Me dijeron que
querían hablar con Adorna, venían muy enfadados. Nos dijeron que el
"niño" cada vez que pasaban por la plazoleta les decía: -Cabrito,
eres un cabrito...- Nos explicaron que ellos estaban al cargo de cuidar el
orden del barrio y no podían consentir que un niño les faltara al respeto, ya
que era él quien los ofendía pero que todos los mayores se reían. El niño entró
en casa como si la cosa no fuera con él, Adorna le preguntó:
-Nene, ¿qué le dices a estos
señores?-
él contestó:
- cabritos-
-¿Por qué le dices cabritos?-
-porque no tienen pelos en la cabeza-
Adorna miró a aquellos hombres y les dijo
¿qué podía él hacer?, los señores le dijeron que no se preocupara, no pasaba
nada pero que no lo dijera mas, además pidieron disculpas por la forma de
llegar a casa, al parecer no sabían que era hijo de Adorna y le conocían.
Después cuando investigamos con las
hermanas, supimos que eran los mayores los que le decían que se lo dijera y él
lo hacía.
Los días pasaban, Adorna muy temprano
levantado para ir a trabajar, la niña en el colegio y yo con las tareas de la
casa. Margarita no iba sola al colegio, yo la llevaba y sus hermanos
venían conmigo, lo mismo a la hora de recogerla, ese curso sería así
luego ya veríamos porque el colegio no estaba lejos y Margarita era espabilada
para ir sola y cuidar de su hermana si empezaba al año siguiente. Por las
tardes aprovechaba que Adorna estaba en casa y iba muchos días a casa de mi
madre para echarle una mano y siempre iba andando.
Voy a explicarle, principalmente a los
sevillanos que pueden extrañarse como iba y venía andando porque hay mucha
distancia, yo no echaba mas de media hora.
Entre el Tiro de Líneas y el Polígono de
San Pablo solo existía la Cruz del Campo, la calle Oriente (ahora Luis
Montoto), lo demás todo era campo, solo el Estadio del Sevilla y en nada
llegaba a la Pirotecnia, detrás ya estaba el Tiro de Línea, al ser campo y muy
llano, no existir coches ni nada, era un camino recto y se hacía fácil
atravesarlo.
Una tarde que iba con los niños estaba
jugando un partido el Sevilla y las puertas estaban abiertas porque ya faltaba
poco para acabar, la mala suerte que ese día jugaba el Sevilla con el Betis y
perdió el Betis, el niño me dijo; -pobrecito el Betis mama, cuantas cosas malas
le dicen, yo no vengo más aquí- le explicamos que aquello era el fútbol y eso
pasaba también en el campo del Betis si ganaban a otros equipos y él dijo:
-vale... pero a mí no me gusta- el padre y yo nos miramos, no sé si os he
contado que yo tenía más simpatía por el Sevilla antes de casarme con Adorna,
él no, él bético de toda la vida para los niños eso aún no había sido tema de
conversación hasta ese día, los tres decidieron ser béticos y yo poco a poco
tuve que cambiar también por simpatía y quizás la más bética y menos simpática
con el Sevilla de todos, soy yo, pero nunca anti sevillista.
Los niños siempre venían muy contentos de
ver a su abuela y sus tíos, a ellos todo le parecía poco y no les importaban
las caminatas que nos dábamos los fines de semana a través del campo porque las
chucherías, los tebeos y algunas cositas mas siempre les esperaban en sus
visitas.
Querida María:
ResponderEliminarLa lectura de tus memorias me han llevado a las historias que de pequeña mi abuela me contaba y que de mayor me relataron muchas mujeres de mi tierra, Extremadura. Historias de mujeres que sostuvieron el país con una fortaleza inusitada -como la de tu madre- y que vivieron la vida a grandes sorbos y sin aspavientos. Historias de profunda solidaridad en la desgracia, de valentía y empeño en la búsqueda de sus destinos -como la tuya propia-.
Me encantaria conocerte y echar unas conversaciones sobre esos tiempos que afortunadamente pudimos superar y de las que las mujeres del siglo XXI, somos deudoras, al menos yo así lo siento.
Angeles Fraile
Muchas gracias Ángeles, yo también estaría encantada de conocerte. Cuando quieras ya sabes donde encontrarme. Muchos besos.
ResponderEliminar