Margarita ya empezó en el colegio, también la preparación para la comunión. Tenía que levantar a los tres para llevarla a ella y Adorna cambió turno en el trabajo. Entraría a las dos de la tarde hasta las diez de la noche y así se quedaba con los pequeños.
Un día mientras llevaba a Margarita, pensé en mi madre (creo que ningún día de mi vida he dejado de pensar en ella). Pues ese día al pensar en mi madre me puse muy triste, yo iba con la mano de mi niña cogida y muy felices las dos, recordé aquellos momentos en los que mi madre me llevaba engañada, dejándome tirada en el suelo llorando y no volver a verme muchas veces en mas de un mes.
Una tarde recogimos a Margarita del colegio, su padre estaba de descanso, nos fuimos a ver a la abuela. Parece que estoy viendo la cara de mi madre cuando la vio con su uniforme (cuánto quiso mi madre a este niña).
Mi madre le preguntó que tal le iba en el colegio, qué hacía, si tenía amigos... ella le contó muchas cosas y algo importante, el año próximo haría la comunión y su hermana iría con ella al mismo colegio. También le contó que tenía muchos amigos en el barrio y se divertía.
Como Inmaculada no decía nada, mi madre le preguntó y ella le dijo que también estaba contenta y que hacía los deberes con su papa todos los días.
Mi madre les dijo que nada mas pudiera el tito Manolo llevarla, ella iría al piso a conocerlo, también el colegio y sus amigos - estaré un buen rato allí para verlo todo-
Adorna y yo nos miramos, desde que nos fuimos no había dicho nada de conocer el piso y mucho menos de quedarse allí.
Cuando al día siguiente pensé en mi madre y la conversación con los niños, algo vi raro ¿por que ahora mi madre decía que quería venir y estar un buen rato con nosotros? . ¿Echaba de menos a los niños o algo mas le pasaba?, cuando les habló la note emocionada ¿triste?, ¿preocupada?...¿me quería contar algo?.
Seguí con las faenas y me olvidé un poco del tema.
Por la tarde vino a casa mi hermano Manolo, le conté mi preocupación y él se echó a reír.
Me dijo que hacia días que decía de ir a vernos y además estaba contenta porque la suegra de mi hermano Antonio le había llevado al niños para que lo viera.
Os recuerdo que Antoñito nació en casa de mi madre. Adorna y yo fuimos los padrinos pero llevábamos mas de 10 años sin verlo. Le pregunté a mi hermano el motivo de por qué ahora lo llevaban para que lo viera mi madre, me dijo que hacía la comunión en Mayo y quería que lo supiéramos.
Era raro ¿por que ahora?. Yo seguía enfadada con mi hermano por tan larga ausencia y le dije a mi hermano:
-Ahhhh, vale. También hace la comunión Margarita el próximo año.
Inmaculada vio un paquete grande que traía el tío y le preguntó que era, lo abrió y había mucha fruta. Yo puse café y charlamos sobre su trabajo, su noviazgo, todo iba muy bien. Me contó que el Chico (mi hermano Gonzalo) ya había hablado con el suegro porque querían casarse pronto.
Me quedé callada y mirándolo y le dije:
-Manolo como va cambiando todo, hasta Antonio vuelve a casa. Ojala mama este tranquila por un tiempo y solo tenga alegrías. A mi no me hace falta volver a verlo solo me importa mi marido, mis hijos, mi madre, tu y Gonzalo, ya está.
-Bueno, veremos que pasa, parece que está cambiando- me dijo Manolo - lleva muchos años sólo y ya tiene cuatro hijos, todos varones. Al parecer también le darán una casa en este barrio, se lo dijo la suegra a mama, aunque no tienen dinero para la entrada que son seis mil pesetas.
-¿Y mama que dice de eso?
-De momento nada, ya veremos. Me marcho ya.
-Voy a bajar contigo y ver que hacen los niños, en nada tienen que cenar y a la cama.
Esa noche comenté con Adorna de todo esto, él me dijo que se alegraba de las novedades sobre todo por mi madre y que la verdad entre nosotros no había pasado nada.
Al día siguiente, Adorna descansaba, fuimos a casa de mi madre y nos esperaba una desagradable sorpresa. Una carta del juzgado donde nos citaban en veinte días. Cuando Adorna leyó la citación nos enteramos que era una deuda que nos reclamaban por unas vigas que no se pagaron. Las vigas las compró mi hermano Antonio cuando se amplió la casa y se hizo su habitación, Adorna fue su fiador.
Nos quedamos de piedra, mi hermano no había pagado nada y el responsable de la deuda era el fiador.
Mi madre nos dijo que no nos preocupáramos que ella lo pagaría. Adorna le dijo que ella no se preocupara, ya veríamos que hacer cuando llegara el momento.
Cuando llegamos a casa y los niños dormidos, le dije a Adorna que estaba muy enfadada con el tema, me parecía mentira que mi hermano no pagara y nos reclamaran a nosotros. Adorna como siempre buscó la forma de calmarme diciéndome que al fin y al cabo mi hermano casi no disfruto de la obra que se hizo en la casa porque se marcho a vivir pronto a una habitación con su mujer y Antoñito, a saber como han vivido tantos en ese sitio para preocuparse de pagar algo que no disfrutaba. Me fui calmando y le dije que de todas formas al día siguiente iría a ver a un abogado amigo de mi abuelo y que él nos aconsejara. Me dijo que era buena idea.
A los dos día pude hablar con don Francisco, el amigo de mi abuelo. Nos dijo que no veía mucho problema, solo teníamos que decir que habían pasado once años y no era lógico que ahora reclamaran la deuda. El si podía estaría con nosotros en el juzgado, aunque no creía que fuera necesario.
Llego el día, no esperaba la telenovela que viviría. Al llegar al juzgado vi a mi hermano en uno de los bancos sentado. No sabía qué hacer pero ni tiempo a pensar me dio, se levantó vino hacia mi y como si nos hubiéramos visto el día anterior me dijo:
-Qué guapa estas "faraona". ¿tu que tal estas Adorna?
-Bien, ¿Tu mujer y los niños? - le preguntó Adorna
Llegó el momento y nos llamaron, mi hermano dijo (bruto seguía siendo):
-Vamos a ver que quieren estos hijos de sus madres.
Adorna le dijo qué nos aconsejaba el abogado.
Mi hermano siguió preguntándonos cosas, sobre el teatro, sobre los niños... bueno, mas bien no preguntaba, hablaba solo él. Nos dijo que sabía de todos por un amigo del barrio, sabía que todo estaba bien. Yo no abrí la boca, Adorna me miraba. Los llamaron a los dos y entraron, yo me quedé fuera. Don Francisco estaba dentro ya.
Al poco tiempo salió Don Francisco muy enfadado:
-Para esto no era necesario que yo viniera.
-¿Que ha pasado?
-Que han dicho los dos que pagan.
Le conté todo lo que había pasado estos años y que no querían que mi madre sufriera mas.
-Vale. Con lo que pase que Adorna me vea y me cuente.
-Gracias Don Francisco.
Cuando salieron los dos yo estaba muy enfadada, me fui para mi hermano y casi en jarras le dije:
-¿No decías que no te gustaba el teatro? A qué esta comedia, como si no hubiera pasado nada en estos años. Quieres recomponer todo lo roto pagando una deuda que se podía no haber pagado. Don Francisco está muy enfadado.
-María- dijo Adorna- el hizo la compra, quiere pagar. No soy nadie para decir lo contrario.
-Yo sabía que no me entenderías - dijo mi hermano- yo lo que quiero es que todos estos años lo olvidemos, que no hubieran pasado, sobre todo por mama. Lo fui dejando un día por otro y así fueron pasando los años, tenía remordimientos pero no sabía como arreglarlo.
Vi que lo decía de verdad y por mi madre me calle. Adorna propuso tomar un café.
Allí quedaron casi 10 años de malos entendidos entre una familia. Ninguno quisimos preguntar porque en verdad nunca pasó nada de importancia y no había culpables, solo mala comunicación.
Tomando café hablamos del piso, de los niños. Mi hermano nos contó que el piso se lo daban cerca del nuestro pero en el barrio que se estaba terminando. Nos dijo que nada mas pasaran las Navidades nos traería a los niños para que los conociéramos y el conocer a los míos pero antes iría a ver a la "vieja" (como llamaba a mi madre) al Chico y a Manolo.
se despidió de nosotros, me dijo:
-Adios Florinda (era como me llamaba de pequeña)
Yo empecé a reírme, no me lo decía hacía 28 años. Le dije adiós Antonio.
Así terminó el problema de las vigas, uniendo otra vez a la familia.
Al día siguiente fuimos a ver a mi madre, le conté todo lo ocurrido y no se lo creía. No era de extrañar porque ni yo me lo creía.
Le dije que quería ir a verla y que cuando pasaran las fiestas quedaríamos un día para que conociéramos a los niños. También le comenté que pronto le darían un piso parecido al mío y en el mismo barrio.
Se quedó muy callada, Adorna le dijo:
-María usted debe estar tranquila, él reconoce sus errores y con nosotros estuvo como si no hubiera pasado nada. Esperemos a ver que pasa.
Pasaron unos meses y por fin fue a ver a mi madre, no se que hablaron pero ella estaba contenta. Muy feliz con todo lo ocurrido.
Las Navidades se acercaban, era mi mayor preocupación en esos momentos. Eran las primeras que iba a pasar en mi casa y me ilusionaba que mi madre y mis hermanos las pasaran con nosotros felices.
Una tarde fuimos a casa de mi madre y los niños le contaron que estaban montando un Belén muy bonito y con la inocencia que los niños tienen le preguntaron:
-Abuelita, ¿vendrás en nochebuena a casa con los titos?
-Claro- les dijo ella
Margarita le dijo que faltaba uno de los Reyes Magos en el portal porque se había roto. Ella le dijo que no se preocupara que uno de los titos al día siguiente les llevaría uno nuevo y más cosas porque seguramente serían mas grandes de los que teníamos, les dijo:
-¿Sabéis que vamos hacer estos días? - Escribir las cartas a los Reyes Magos y poner mucha atención en poner la dirección nueva. Yo también la haré para que sepan que Margarita, Inmaculada y Francisco Javier, viven en un piso y pondré bien la dirección.
Por fin llego el día que en mi casa siempre empezaban las Navidades, el día 23 de Diciembre, aniversario de nuestra boda. Ya estaba montado el Belén y adornado todo el piso. Solo faltaba preparar la habitación de mi madre. Los tres niños dormirían juntos en una y ella sola.
Serían las cinco de la tarde, cuando los niños empezaron a gritar:
-Mama, la abuela, la abuela...
Yo no se como bajé las escaleras para ayudar a mi madre a subir muchos escalones, querían que ella entrara la primera en el piso.
Lo fue mirando todo poco a poco, asombrada y feliz.
-Hija ¿de donde has sacado todo esto? - me dijo
Mama hay siempre buenos amigos que ayudan y otras pagando poco a poco todo se puede comprar.
Subieron amigos de los niños para cantar en el portal, mi hermano Gonzalo llegó sobre las nueve empezamos a cenar todos juntos.
En aquella época la televisión no terminaba muy tarde, así que pronto todos nos fuimos a la cama.
Yo en aquellos momentos no tenía mucha fe, no en Dios, sino en la Iglesia por algo que me pasó con uno de sus representantes. No se como pasó pero sobre las tres de la madrugada me desperté, me levanté y me arrodillé a los pies de mi cama y me puse a rezar. Adorna se dio cuenta y cuando volví a la cama me abrazó y nos quedamos dormidos.
Las primeras Navidades en nuestra casa, yo creo que Dios nos bendijo aquella noche porque todas las Noche Buenas fueron felices mientras vivió.
Al día siguiente fuimos a ver a mi madre, le conté todo lo ocurrido y no se lo creía. No era de extrañar porque ni yo me lo creía.
Le dije que quería ir a verla y que cuando pasaran las fiestas quedaríamos un día para que conociéramos a los niños. También le comenté que pronto le darían un piso parecido al mío y en el mismo barrio.
Se quedó muy callada, Adorna le dijo:
-María usted debe estar tranquila, él reconoce sus errores y con nosotros estuvo como si no hubiera pasado nada. Esperemos a ver que pasa.
Pasaron unos meses y por fin fue a ver a mi madre, no se que hablaron pero ella estaba contenta. Muy feliz con todo lo ocurrido.
Las Navidades se acercaban, era mi mayor preocupación en esos momentos. Eran las primeras que iba a pasar en mi casa y me ilusionaba que mi madre y mis hermanos las pasaran con nosotros felices.
Una tarde fuimos a casa de mi madre y los niños le contaron que estaban montando un Belén muy bonito y con la inocencia que los niños tienen le preguntaron:
-Abuelita, ¿vendrás en nochebuena a casa con los titos?
-Claro- les dijo ella
Margarita le dijo que faltaba uno de los Reyes Magos en el portal porque se había roto. Ella le dijo que no se preocupara que uno de los titos al día siguiente les llevaría uno nuevo y más cosas porque seguramente serían mas grandes de los que teníamos, les dijo:
-¿Sabéis que vamos hacer estos días? - Escribir las cartas a los Reyes Magos y poner mucha atención en poner la dirección nueva. Yo también la haré para que sepan que Margarita, Inmaculada y Francisco Javier, viven en un piso y pondré bien la dirección.
Por fin llego el día que en mi casa siempre empezaban las Navidades, el día 23 de Diciembre, aniversario de nuestra boda. Ya estaba montado el Belén y adornado todo el piso. Solo faltaba preparar la habitación de mi madre. Los tres niños dormirían juntos en una y ella sola.
Serían las cinco de la tarde, cuando los niños empezaron a gritar:
-Mama, la abuela, la abuela...
Yo no se como bajé las escaleras para ayudar a mi madre a subir muchos escalones, querían que ella entrara la primera en el piso.
Lo fue mirando todo poco a poco, asombrada y feliz.
-Hija ¿de donde has sacado todo esto? - me dijo
Mama hay siempre buenos amigos que ayudan y otras pagando poco a poco todo se puede comprar.
Subieron amigos de los niños para cantar en el portal, mi hermano Gonzalo llegó sobre las nueve empezamos a cenar todos juntos.
En aquella época la televisión no terminaba muy tarde, así que pronto todos nos fuimos a la cama.
Yo en aquellos momentos no tenía mucha fe, no en Dios, sino en la Iglesia por algo que me pasó con uno de sus representantes. No se como pasó pero sobre las tres de la madrugada me desperté, me levanté y me arrodillé a los pies de mi cama y me puse a rezar. Adorna se dio cuenta y cuando volví a la cama me abrazó y nos quedamos dormidos.
Las primeras Navidades en nuestra casa, yo creo que Dios nos bendijo aquella noche porque todas las Noche Buenas fueron felices mientras vivió.
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